Cuando te sientes atrapado, cualquier callejón parece una salida. ¿Qué ibas a hacer sino correr? Correr aun sabiendo que te estamparías. Y ay, no por presentido ese dolor duele menos. Ahora es el final. Otra vez. Matarías a los amigos que intentan consolarte, todos esos «se solucionará, ya lo verás». Sabes que tienen razón pero no quieres verlo. No todavía. Porque en el fondo te dan vértigo los cambios y este lo intuyes drástico. Quizás por eso se demora tanto: para que cuando la puerta se abra y todo cambie, tú hayas tenido tiempo de prepararte.
Fotografía: Ryan McGinley.