Begin again

Sientes que has perdido aquella magia. Bastaba con ponerte a teclear para sentir que los dedos tocaban música, que ellos solos sabían dónde colocar cada palabra, cuándo acabar cada frase. Leías un texto y lo reconocías como tuyo, reconocías tu cadencia. Ahora no te pasa. Te sientes torpe. Asusta cada toque de tecla, como si fuera el último y definitivo. Llevabas casi cuatro años sin hacerlo, sin escribir, y eso es mucho tiempo, demasiado. Seguramente creías que no pasaría nada. Que siempre podrías retomarlo desde el principio. Escribir no podía ser tan distinto de ir bici, que dicen que nunca se olvida. Pero no es verdad: también eso se pierde, como una fórmula matemática o el arte de besar bien. Quizás tendrías que forzarte de vez en cuando a hacer esas cosas que de verdad te gustan, aunque hoy no te apetezcan, o sobre todo entonces. Para no perder la costumbre ni el gusto. Para que, llegado el momento, no vuelvas a ser aquel crío que se caía de la bici por primera vez sino aquel otro chico que, muchos años después, en mitad de una segunda cita, ya está algo más tranquilo porque todo lo siente en su sitio. Tal como debería ser, o casi. Tras un instante de duda, al fin reconoces la canción que suena de fondo y eso es una buena señal.

Banda sonora: Jessie Ware.

La mitad de lo que fuimos en Madrid

Me habían advertido sobre los veranos abrasadores de Madrid. Pero aquella mañana me despertó la gelidez del alba en los pies cuando vuestro perro arrancó la sábana para acurrucarse en ella. Sí, hacía frío aquellos días, sobre todo en las calles a la sombra cuando deambulábamos hacia el siguiente destino. No había pensado en llevar chaqueta así que me frotaba los brazos desnudos mientras vosotros caminabais de la mano unos pasos más allá. Como si estuviera prohibido hablar los domingos, nadie decía nada por aquellos barrios. Para mí eran zonas desconocidas. Me desconcertaba que una ciudad tantas veces visitada todavía guardase secretos. Y quizás por eso sentía aquel frío en pleno julio: lo que no conoces te destempla. Podríamos haber buscado algo de calor humano pero en cambio optamos por ir a restaurantes bonitos de los que marcharnos sin dejar propina.

Banda sonora: Ainoa Buitrago.

Force field

Ahora no hablo ni escribo, ahora solo escucho. Escucho las historias recientes de mis amigos, todos los detalles de sus escarceos, tan parecidos a los que yo tenía antes. Entre plato y plato me río como si no escociera un poco, hasta doy consejos como si todavía supiera de lo que hablan. Y por dentro me digo que no sería tan difícil vivir algo así, a veces incluso me propongo volver a intentarlo, una vez más al menos, enviar aquel mensaje que solo pensé palabra por palabra, asomarme a alguno de todos los caminos que podría haber tomado si mi vida no fuera la que tengo ahora. Enseguida el semáforo cambia a verde y camino el último trecho hasta casa, donde me espera la estufa que acabo de comprar. De eso es de lo que hablo ahora, de la casa tranquila, del balcón, las plantas y los muebles que me dan sosiego.

Banda sonora: Enfant Sauvage.

Summer wine

Cuando te fuiste enseguida empecé a fregar los platos de la cena. Me esmeré en secar bien los vasos y cubiertos para que no tuvieran ninguna huella como cuando los saqué a la mesa. Costó quitar los restos de la salsa carbonara de los platos pero con mucha agua caliente lo acabé logrando. A cada pieza que secaba y devolvía a su sitio, quedaba un rastro menos de nuestra velada. Por último guardé los botes de especias y otros ingredientes que habían sobrado. Al día siguiente todavía recordaba cada momento, cuándo habíamos hecho qué y dónde, pero conforme avanzaron las semanas todo volvió a ser lo de siempre: mi vajilla, mi nevera, mi sofá.

Fotografía: Aaron Thomas.
Banda sonora: Augustine.

All we have is now

Supe que hablaríamos en cuanto te vi bajar las escaleras estudiando la pista de baile. Nos miramos una vez desde lejos pero acordamos demorar el encuentro porque nos lo estábamos pasando bien con nuestros amigos. Yo celebraba un cumpleaños con los míos y tú reías más a cada ronda de chupitos con los tuyos. Todo lo demás podía esperar. A ratos te perdía entre la muchedumbre pero pronto volvías a aparecer junto a la columna o regresando del baño. Cuando la música subía yo cerraba los ojos, alzaba los brazos y me mecía como si tú marcaras el ritmo. Entre canción y canción intercambiábamos roces fugaces como promesa de caricias futuras. Me gustaban tus tejanos negros porque visualizaba el momento en que te los quitarías. Nuestros amigos fueron despidiéndose uno tras otro pero nosotros seguíamos bailando, alargábamos aquella noche que se parecía a muchas otras pero era perfecta. Solo cuando estaban a punto de encender las luces, ambos sudorosos, volvimos a mirarnos a los ojos. Imité tu sonrisa para reunir el ánimo de dar aquellos tres, cuatro pasos pegajosos que aún nos separaban y por fin pude acercarme a tu oído, tal como llevaba horas sabiendo que haría, y lo que quedaba de tu colonia olía como intuía que olería, y abrí la boca despacio, pensando bien mis primeras palabras, lo que te preguntaría.

Fotografía: George Kedenburg III.
Banda sonora: SG Lewis & Lastlings.