Amor a segunda vista

Antes habrías escrito sobre una película así. Te gustaba hacerlo: descubrir por casualidad esa comedia romántica con tintes de ciencia ficción, improvisar un plan para ir a verla, recordar en el cine escena a escena y aprender de ti en el proceso, escribir por último sobre todo lo aprendido para no olvidarlo. Antes lo habrías hecho, cuando eras otra persona. Ahora, sin embargo, prefieres salir del cine con la sonrisa tranquila de quien acepta que las cosas siguen su curso y hay que separarse de los personajes cuando acaban los créditos. No, ya no escribes sobre películas así pero sí sobre otras cosas.

Il Nilo nel Naviglio

Los chicos guapos suelen darme mala vida pero de vez en cuando alguno también me regala buena música. Por ejemplo tú. Quién te iba a decir que encontrarías la inspiración en un parking lleno de condones en el suelo. Todas las historias tristes y las noches en blanco, todos los regresos que nunca deseaste, por fin cobran sentido. Has sabido mezclarlos hasta hacerlos tuyos. Y aunque ahora todos podamos verte desnudo, tú todavía no acabas de creerte que nos tomemos en serio esos ritmos y esas rimas graciosas que nacieron casi como un juego en las afueras de Milán. De repente tus anécdotas privadas las hacemos nuestras, nuestros también tus paseos nocturnos por los canales de la ciudad donde creíste ver el Nilo. Todo es real cuando deja de serlo. Esta es otra lección que tendrás que tatuarte. Hay chicos que lo único que dejan es un polo Lacoste olvidado a los pies de la cama y otros, en cambio, escriben canciones.

Fotografía y banda sonora: Mahmood.

Green Book

Te dirán que otros ya lo contaron antes y será verdad, pero ninguno lo hizo con tu voz. Tendrás que buscarla. Después deberás encontrar la anécdota exacta que dibuje el universo. Te acusarán entonces de tergiversar la verdad, de no ser fiel a los acontecimientos que otros dicen que ocurrieron, como si en las ficciones no importasen más los sentimientos que los hechos. Las reflexiones que ellos inspiran. Vale, lo más probable es que tu historia inventada no cambie el mundo, pero siempre cabe la posibilidad de que al terminar la película, en mitad de la sala aún a oscuras, algún descreído vea la luz en la pantalla. Su mundo así iluminado le parecerá un poco mejor. Durará apenas un segundo pero solo por eso tu viaje habrá merecido la pena.

Love, Simon

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Debía de tener yo unos 15 años cuando mi madre me preguntó con todo el tacto del mundo si me gustaban los chicos y yo le respondí que no. Tuvieron que pasar dos años hasta que llegó mi verdadera respuesta. Durante todo aquel tiempo fue más fácil poner en casa discos de Madonna, Aqua o Sin With Sebastian que ser sincero. El chute de valentía me lo dio algo tontísimo, la serie de televisión Al salir de clase, el capítulo donde Santi les dice a su madre y a su hermana que es gay. En 1999, esa era la primera vez que veía a alguien de mi misma edad ser como yo. Y esa escena en la pantalla que muchos verían de fondo para mí supuso una liberación. Un momento trascendente que sigo recordando.

Deseo que la película Love, Simon signifique algo parecido para mucha gente. Quizá sea una película tonta, no tan distinta de otras comedias románticas de instituto, pero eso es lo que la hace especial. Que sea tan divertida y emocionante y previsible como cualquier otra. Que la proyecten en los cines de siempre y no solo en festivales temáticos y minoritarios. Que además aquí se estrene la misma semana que en Budapest han prohibido el musical de Billy Elliot por obsceno.

Con 36 años me he emocionado recordando mis 16 años, lo que me hubiera gustado verla entonces, la liberación que ahora sentirán otros y otras en mi lugar, tengan la edad que tengan. Sí, he llorado con las escenas clave diseñadas para llorar, he soltado carcajadas como un adolescente con los chistes y las réplicas graciosas por tópicas que fueran y casi he aplaudido en cada escena donde me sentía identificado, y han sido unas cuantas. Porque a veces es tan sencillo como saber que existen personas como tú. Reconforta confirmar que escuchan las mismas canciones y que también se enamoran. Solo sabiéndolo puedes salir por la puerta como cada día pero hoy te sientes con fuerzas para girarte hacia tu madre y reconocer lo que en el fondo ella ya sabía: «Sí, me gustan los chicos».

«Ahora ya puedes respirar, Simon. Puedes ser más tú mismo que nunca.»

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Heartstone

Ocurre en un pueblo de Islandia pero también podría ocurrir en Sitges: dos niños descubriendo cómo lo divertido puede volverse doloroso. Una historia de aprendizaje, otra más, pienso, hasta que la siento y ya solo se parece al resto sobre el papel. Porque hay películas que tienen alma y esta es una de ellas: el alma de sus actores principales, el alma de los paisajes de la costa islandesa, el alma del director deteniéndose en los detalles y escenas que importan. Sí, puede que a ratos se haga lenta, que parezca que nunca llegará el final pero cuando termina, no quiero que se acabe. El viaje interior que también es un viaje al pasado, a esos recuerdos que nunca cicatrizan del todo. En este perpetuo amanecer, cómo podíamos saber que mi momento más feliz iba a ser tu momento más desdichado.

Heartsone (Hjartasteinn) de Guðmundur Arnar Guðmundsson: 7.