Solo la primera vez fue casualidad: la misma exposición y una guía con ganas de sacarse de encima el trabajo. Apenas nos miramos, extasiados como estábamos por las obras. Creo que comentamos algo sobre una de ellas. La segunda vez me asusté porque no esperaba volver a verte. No tan pronto ni en una ciudad tan inabarcable como Tokio. Intentábamos fotografiar el mismo rascacielos. Horas después te vi por tercera vez en el metro, y pasaste tan deprisa, tu salida no era la mía, que solo me quedó confiar en que nos concedieran una cuarta oportunidad para encontrarnos.