Edward Prime-Stevenson : Imre: una memoria íntima

Una novela sobre el enamoramiento. Así podría definirse este libro. Más allá del argumento y de su interés histórico, lo que cautiva aquí es la habilidad del autor para ponerte en la piel de su protagonista. Tú también conoces a Imre y, página a página, te impregnas de esa fascinación por él. Sufres las dudas y los temores, te retuerces en las sábanas deseando verle al día siguiente, todos los «¿será o no será?» los haces tuyos.

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Pocas veces marco tantas frases de un libro como lo he hecho con este. Pero es que tiene tantas y tan bonitas. De esas que hubieras copiado en el instituto para declararte a alguien. Solo entonces te desnudabas tanto, aún no tenías miedo de mostrar tu corazón entero. Los años se llevaron la ingenuidad y, con ella, también el auténtico romanticismo. Suerte que ahí está el protagonista para soltar cosas como:

Imre, nunca me alejaré de ti. Tu gente será la mía. Tu rey será el mío. Tu país será el mío. Tu ciudad será la mía, ¡aquí comienzan mis raíces! Quedémonos juntos. Hemos encontrado lo que nos desesperaba cuando buscábamos «la amistad que es amor, el amor que es amistad».

Dos hombres descubriéndose el uno al otro, con los bellos paseos, parques y castillos de Budapest como telón de fondo, mientras hablan sin cesar de todo lo humano y lo divino. ¡Esto sí que es el Antes del amanecer gay y no Weekend! Se lee de una sentada, porque igual que cuando te enamoras, necesitas aspirarlo todo. Conocerlo todo, cada rincón del otro.

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Quién hubiera dicho que en 1906 se pudiera escribir algo tan sincero. Apenas once años antes habían encarcelado a Oscar Wilde y aún faltaban seis décadas para Stonewall. Sí, hay que darle las gracias a Edward Prime-Stevenson por compartir este texto y a la editorial Dos Bigotes por rescatarlo. Es el libro de quienes no tienen miedo de proclamar su amor a los cuatro vientos.

El verdadero secreto se nos escapa. Siempre lo hará. Somos atraídos porque nos atraemos. Estamos satisfechos de vivir juntos. Sentimos que hemos alcanzado un puerto concreto después de nadar, mucho o poco, a la deriva buscando ese refugio; después de todo lo que hemos vivido; con la guía irresistible del agradable y vasto océano. Es absurdo empeñarse en definir la amistad o el amor.

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