De tanto verte se desveló el truco. Demasiadas fotos, supongo, robándole sitio a la idealización. Y así, detrás de la barba imponente empecé a ver los mofletes rojos. Aprendí a descifrar cuándo tus ojos estaban tristes o solo adormilados, cuándo necesitabas mimos más que ninguna otra cosa. Cuándo tus frases a pie de foto, en apariencia casuales o divertidas, en realidad tenían un trasfondo agridulce. Y todo ello sin conocerte en persona. ¿Tiene mérito? No lo sé. Sé que, roto el hechizo, me bastó un solo clic para borrarte y créeme cuando digo que en ese momento sentí mucha lástima. Porque entonces comprendí que ya nunca seré ese seguidor destinado a consolar tu pena inconsolable. Si es que alguno puede hacerlo algún día.
Fotografía de The Lovely Boners.
En resumen: Una persona a la que, en realidad, le da igual quien le consuele. El momento en el que lo que quieres es que todos te digan cosas bonitas, consuelen tu pena… en ese instante, eres un nadie para todos.
Formas de compañía 2.0. O soledades compartidas.