Dar con el disco del año es un poco como encontrar un hombre de verdad. Este año está difícil. Unos cuantos discos me han gustado, pero ninguno me ha trastocado hasta el punto de querer escucharlo día y noche. La Roux, Graffiti 6, Coldplay, Lea Michele, Mark Daumail… todos los cogí con ganas, sí, y estaban bien, pero solo eso: bien. Luego llegaron las decepciones. Kiesza, por ejemplo, nos fue regalando momentos inolvidables como Hideaway o Giant In My Heart, pero a la hora de la verdad no cumplió mis expectativas. Me dejó a medias. Suele ocurrir. No por eso te acostumbras, claro.
También escucho otros discos con los que no contaba, como el de Taylor Swift, que contiene varios temazos tarareables: Out Of The Woods o Shake It Off; lástima que el resto sea tan insulso. Calvin Harris viene dispuesto a dar caña como a mí me gusta, pero acabado su disco, me pasa como con el EP de Robyn y Röyksopp, que me quedo vacío, y aunque sé que repetiré, y que me divertiré otro rato más, pienso: ¿a dónde llegaremos con esto? ¿Será culpa mía? ¿Me paso de exigente o es que estoy a la contra?
Si yo lo único que quiero es un disco que me llene por completo, que las letras cobren sentido al ritmo de esos arreglos, que cada nota me envuelva y ya no necesite nada más. Pero todos los que podrían darme justo eso, Madonna o Pastora sin ir más lejos, no dejan de retrasar sus discos o están desaparecidos en combate. Solo me queda seguir buscando, confiando. Esperando. A lo tonto, lo nuevo de Javiera Mena no está nada mal…
So blame it on the night
Don’t blame it on me
Don’t blame it on me
Blame it on the night
Don’t blame it on me
Don’t blame it on me