¿Podrás tú solo? ¿Cargarás con todo? ¿Seguirás adelante con tus heridas sin nadie que las cure? ¿Serás tan bravucón como siempre o, por una vez, serás valiente? Lo bastante valiente para hacer esa llamada y reconocer tus debilidades. Algunas palabras cuesta más pronunciarlas que otras. Sigue leyendo
Francia
Mi amigo Mr. Morgan
¿Cuántas vueltas darás hasta encontrar tu sitio? ¿Con cuánta gente te cruzarás? Y probarás cosas y cada vez estarás más cerca y sin darte cuenta llegarás. No, no todo son finales: hay quien repite, hay quien vuelve a por ti. Esa persona inesperada que ve más allá. Poco a poco las manos se acercan. La suave insistencia del destino.
«Eres una grieta en mi vida», dicen en la película, «pero una grieta por la que se cuela la luz del sol». Sigue leyendo
Reencontrar el amor
«Para que una historia no termine, nunca debe empezar.»
Esta película es como la típica fiesta que piensas que será un coñazo, un cúmulo de tópicos sin gracia, y de golpe no solo te lo pasas bien: además conoces a alguien que te remueve. Y todos te lo notan al día siguiente. En este caso, solo fui a verla porque era francesa y salía París, para mí motivos suficientes para pasar un buen rato en el cine. Y lo pasé, pero además me gustó mucho.
A ratos rodada como un vistoso vídeoclip, esta historia no es exactamente la que te venden en el póster. Qué raro, ¿verdad? Sigue leyendo
Barbacoa de amigos
¿Quiénes son tus amigos? ¿Los que te ayudan con mentirijillas o los que soportan todos tus pequeños defectos? ¿Los que te tapan un bello paisaje al sentarse delante de ti en el desayuno? ¿También hay silencios incómodos entre amigos? Aunque haya risas en esta barbacoa, incluso carcajadas, el telón de fondo es una agridulce reflexión sobre la amistad.
Esta película, de hecho, podría ser la segunda parte de Pequeñas mentiras sin importancia. Sería una secuela más amable y mucho más ligera, claro. Sigue leyendo
En la casa
Pensé que me desmayaba. No por la película, claro, sino por el calor que hacía en el patio del CCCB. Un cine a la fresca no tan a la fresca, con ese bochorno tan barcelonés de cuando parece que va a llover pero no. Sudados y sin agua, no pensamos en ningún momento en irnos. Estábamos clavados a nuestros asientos, pendientes de esa historia sobre un chico que le desgrana una historia a su profesor de literatura.
Es el poder de las historias. Querer saber más y más, cada detalle, qué ocurrirá en la siguiente entrega. La sorpresa y el escándalo que finge quien quería que le escandalizasen. Ese punto cotilla que todos tenemos. En la película hablan de Las mil y una noches, pero yo pensaba en La ventana indiscreta de Hitchcock.
Me sorprende el éxito de En la casa. A mí me interesó muchísimo: veía reflejadas mis inquietudes como narrador, los diferentes enfoques y posibilidades que te vas planteando al plantear las escenas. Cómo mostraban en la pantalla que una misma situación puede transmitir sensaciones contrarias según los ojos que la observan. Unos se fijan en ciertos detalles; otros, cambio, en los gestos. Por eso nos gustan tanto ciertos escritores: porque solo ellos ven el mundo con sus ojos y nos lo describen tal como lo ven.
Habría jurado que este proceso, el de la creación, no nos importaba más que a la gente que, ya sea en cine, literatura, arte, narra historias. Pero el público estaba encantado. Será porque a todos nos gusta ser voyeurs por un día. Y por lo bien hilvanado que está todo para que al final no sepas qué es verdad y qué fantasía, pero poco importa, porque te hace vibrar, y eso es lo que hace que merezca la pena.