¿Quiénes son tus amigos? ¿Los que te ayudan con mentirijillas o los que soportan todos tus pequeños defectos? ¿Los que te tapan un bello paisaje al sentarse delante de ti en el desayuno? ¿También hay silencios incómodos entre amigos? Aunque haya risas en esta barbacoa, incluso carcajadas, el telón de fondo es una agridulce reflexión sobre la amistad.
Esta película, de hecho, podría ser la segunda parte de Pequeñas mentiras sin importancia. Sería una secuela más amable y mucho más ligera, claro. Pero ahí está ese grupo de amigos en vacaciones, dándole la espalda a la muerte que les sobrevuela, tan acostumbrados a mentirse los unos a los otros y sobre todo a sí mismos.
Las escenas cómicas se suceden fácilmente en la pantalla; el agradable discurrir de la vida cuando estás en buena compañía. Vino, piscina, confidencias nocturnas, riñas que enseguida se solucionan, apuestas a lo grande por tonterías… Momentos compartidos que jurarías eternos. Estás tan bien y tan a gusto, te sientes tan vivo siendo tú, liberado por unos días.
Sales del cine entusiasmado tras el previsible final feliz. Pero ha sido tan exagerado que parecía de cartón piedra. La vida no es así. Lo sabes bien. Y te gusta que te mientan, pero hasta cierto punto. Pequeñas mentiras sin importancia era un puñetazo directo. Y por mucho que Barbacoa entre amigos se ponga un guante de seda, también te da ese puñetazo. ¿De verdad serían mejores las cosas si fueran como se supone que deberían ser? Quizá sí… Quizá merezca la pena dedicarse a beber, comer, reír juntos. Nada más.