Una altra galàxia

Llevo 6 años soltero. Desde aquel lejano agosto he aprendido a disfrutar de mi soledad, también de la compañía de mis amigos, pero si lo pienso, el tiempo ha pasado tan deprisa que ya llevo 6 años soltero y de mi última cita más o menos seria hace 2 años. Mientras tanto, todos mis ex llevan más tiempo con sus parejas actuales del que llegaron a estar conmigo y con ellos han sabido hacer lo que entre nosotros no funcionaba. Las últimas cuatro personas con las que me habría interesado tener «algo más» prefirieron seguir conociéndome solo como amigo (tres lo decían en serio). A veces me da por pensar que quizás ya he vivido todo el amor que me tocaba; dicho así suena muy tremendo, pero he sido tan feliz con mis relaciones durante tanto tiempo, que tampoco sería raro ni me importaría seguir con mis viajes y mis libros. Mis amigos me dicen que no pasa nada, que ya llegará, que no estoy roto. Cuando les oigo hablar de sus citas y sus rollos, de las personas que van conociendo, hay días que siento envidia y otros que recuerdo la pereza de repetir lo de siempre, de tener que volver a calcular lo que se dice o hace o siente. Supongo que lo que me gustaría es saltarme esa fase, la de los cálculos y el ascenso o caída, y simplemente disfrutar juntos de las vistas desde la cima.

Fotografía: Theo Gosselin.
Banda sonora: Pastora.

Desamores de verano 2: Tinder love

Nunca llegamos a ir juntos a por ese helado del que tanto hablábamos. Era lo poco que compartíamos, hablar de sabores de helado, nuestra broma recurrente para sentir la compañía de una pantalla. En los demás temas apenas ahondábamos, solo vaguedades a las que nos aferrábamos con la avidez de quien no quiere romper el hechizo. Tampoco podíamos hacer otra cosa aquellos días. Cuando por fin llegó la posibilidad de quedar alguna tarde, no nos hicieron falta excusas: para los dos fue fácil dejar de hablar y así no tener que concretar lo soñado. Simplemente nuestras vidas siguieron su curso como dos ríos cercanos que nunca se cruzan.

Fotografía: Joel Muniz.
Banda sonora: Brigitte Laverne.

Desamores de verano 1: Grandes despedidas


Cada una de nuestras despedidas parecía la última pero siempre regresabas. Era tu mayor don: convertir la visión de tu espalda alejándose al final del paseo en otra sonrisa repentina. Curioseabas los estantes hasta que cerraba la tienda y después íbamos al rincón elevado de aquel bar para hablar de cualquier cosa durante una o dos horas. Cuando todo empezaba a ser tangible tu teléfono nos hacía aterrizar. La última tarde, en vez de ir adonde siempre, quisiste un helado y en el parque te saqué una foto admirando una flor que no existía. Estar contigo volvía a parecer fácil y nuevo, por eso te dije adiós sin darle importancia y ni me fijé en tu espalda alejándose al final de la calle. Todavía no sabía que habías cambiado de número.

Fotografía: Tim Marshall.
Banda sonora: Pastora.

Milk & toast & honey

Me costó encontrar tu mermelada favorita. Recordaba bien la marca y el sabor, cereza negra, me lo contaste en el restaurante de los barriles de vino; tardaron en atendernos y tuvimos que esperar la cena con conversaciones tontas que entonces parecían importantes. Ahí estaba al fin: el bote alargado de mermelada, de un color oscuro que no tienen las cerezas. Había decenas de ellos alineados en el estante. Compré uno, feliz por lo que aquello significaba. Íbamos a pasar nuestra primera noche juntos y a la mañana siguiente prepararía pancakes y sacaría tu mermelada favorita con una sonrisa, como si ese gesto pudiera sellar nuestro destino. Mi plan perfecto tenía un fallo porque cuando todo acabó, no te quedaste a dormir y yo desayuné lo de siempre solo.

Fotografía: Viktor Talashuk.
Banda sonora: Roxette.

Crush

Mientras te duchabas, descubrí mi bote de desodorante sobre tu escritorio. En realidad allí nada era nuestro: yo era un simple invitado de paso en aquella habitación de hotel, pero aquel frasco familiar de etiqueta azul me hizo sentir en casa. Te lo aplicaste despreocupado, primero un sobaco, después el otro, como debías de hacer cada mañana, ajeno a mis pensamientos. Presencié cada paso del proceso desde la cama a la que ya no regresaste. Después llegó mi turno de ducharme y antes de vestirme te pedí el desodorante porque yo no tenía, comentando de pasada que era el mismo que usaba. Reíste sin darle mayor importancia a la casualidad. Todo duró menos de media hora pero todavía lo recuerdo cada mañana al salir de la ducha y ver tu bote de desodorante en el estante de mi baño.

Fotografía: Théo Gosselin.
Banda sonora: Day Wave.