
Supe que hablaríamos en cuanto te vi bajar las escaleras estudiando la pista de baile. Nos miramos una vez desde lejos pero acordamos demorar el encuentro porque nos lo estábamos pasando bien con nuestros amigos. Yo celebraba un cumpleaños con los míos y tú reías más a cada ronda de chupitos con los tuyos. Todo lo demás podía esperar. A ratos te perdía entre la muchedumbre pero pronto volvías a aparecer junto a la columna o regresando del baño. Cuando la música subía yo cerraba los ojos, alzaba los brazos y me mecía como si tú marcaras el ritmo. Entre canción y canción intercambiábamos roces fugaces como promesa de caricias futuras. Me gustaban tus tejanos negros porque visualizaba el momento en que te los quitarías. Nuestros amigos fueron despidiéndose uno tras otro pero nosotros seguíamos bailando, alargábamos aquella noche que se parecía a muchas otras pero era perfecta. Solo cuando estaban a punto de encender las luces, ambos sudorosos, volvimos a mirarnos a los ojos. Imité tu sonrisa para reunir el ánimo de dar aquellos tres, cuatro pasos pegajosos que aún nos separaban y por fin pude acercarme a tu oído, tal como llevaba horas sabiendo que haría, y lo que quedaba de tu colonia olía como intuía que olería, y abrí la boca despacio, pensando bien mis primeras palabras, lo que te preguntaría.
Fotografía: George Kedenburg III.
Banda sonora: SG Lewis & Lastlings.
Buenos días
Simplemente, me ha encantado.
Gracias
Muchas gracias, Chary. Historias que sabes que morirán antes de empezar pero que durante unas horas hacen que nuestro universo gire. ¡Un saludo!