Aquellos cuatro días de verano no dejabas de hablarme de él. Ahora os habéis casado y lo que tenía que ser solo un divertimento ya será para toda la vida. Algo de eso intuí entonces, cuando por las mañanas desayunabas con tanto placer mis madalenas de supermercado mientras me hablabas de él. Después íbamos a la playa o salíamos de fiesta, y siempre ligabas, pero al volver a casa también me hablabas de él. Siempre con esa sonrisa en los ojos. Poco a poco fuiste dejando de hacerlo: de hablarme, no solo de él. Dejamos de compartir la música y las series, ambos dejamos de estar solteros y supongo que dejó de ser divertido. Anoche fue algo extraño ver en la distancia las fotos de vuestra ceremonia. Yo no estaba allí, pero me sentí feliz de que el tiempo acabara dando sus frutos, tal como aseguré que lo haría cuando yo te hablaba a ti de él.