En contra de lo que creías, lo lograste. A los demás no les extrañó tanto. Será que te conoces menos, o que aún no has aceptado ser tu máximo apoyo. Sea como sea, lo lograste. El viaje tuvo sentido. Calle a calle, paisaje a paisaje, la huida fue convirtiéndose en aprendizaje. En las limitaciones encontraste una liberación inesperada. Prescindir de lo que dabas por supuesto para disfrutar lo diminuto. Y al volver a casa, todo había cambiado porque todo volvía a ser como antes. No como antes del viaje sino antes del motivo del viaje. Recuperada esa calma, pudiste avanzar.