Ayer utilicé otra vez vuestro paraguas, el que me dejasteis después de aquella noche de locura. Desde entonces no había vuelto a llover en la ciudad. Ni yo tampoco había pensado mucho en vosotros dos, la verdad. Solo de pasada. Enseguida se diluyó aquella fantasía mía de construir algo extraño entre los tres. Supongo que fuisteis parte de mi aprendizaje: en algún momento tenía que dejar de ser tan ingenuo. Y ahora que empiezo a aceptar que nunca os lo devolveré, sé que al menos este paraguas me protegerá de la lluvia siempre que lo necesite. El mejor regalo inesperado.
Fotografía: Ryan McGinley