Soy de esos lectores que se enamoran de un libro por su portada. Luego llegarán el sabor de la primera frase, los ecos que despierte la historia en mi interior… pero primero está el flechazo de la imagen impresa en cubierta. Hace que me acerque hasta un libro desconocido y lo rescate de la mesa de novedades. Así que imaginad la presión que siento al pensar en portadas para mis historias. Desearía que provocaran en los demás ese magnetismo.
A lo largo de estos 3 años desde que empecé a escribir El mar llegaba hasta aquí, muchas imágenes candidatas han desfilado por mi mente. Algunas con más fuerza que otras. Por ejemplo, en Tumblr encontré la ilustración Invierno de Natsko Seki, artista japonesa afincada en Londres. Como si fuera una señal, apareció el mismo día que decidí el título definitivo de la novela. Tanto me cautivó ese collage donde dos personas juegan con globos al margen del resto, que mi amigo Dan llegó a encargar un montaje, una especie de «portada provisional». Es la fotografía de arriba. Regalazo donde los haya: estuvo sobre mi escritorio durante toda la redacción del manuscrito. Con él, parecía que la novela cobraba forma.
Dos años y medio después, sigo pensando en posibles portadas. Sé que la definitiva aún no ha llegado. Lo curioso es que todas las ideas que tengo son collages. No es algo consciente ni premeditado. Incluso la maqueta de portada que me regaló mi novio para darme ánimos, se trataba de un collage sin que yo le hubiera dicho nada. Esa técnica sobrevuela el libro como los peces saltan las olas. ¿Acabará depositándose también en su portada definitiva?
Con La noche nos alumbrará, elegir portada fue sorprendentemente fácil. Se la encargué a mi amigo Jose Soriano, diseñador, y aunque le propuse algunas ideas, por suerte él hizo algo que no tenía nada que ver. En cuanto me enseñó la imagen, pensé: «es esta». Lo tuve claro. Lo sentí, sentí la portada. Tenía alternativas, pero ya no hacía falta enseñarlas.
Me gustaría sentir algo parecido cuando me entreguen la portada de El mar llegaba hasta aquí. Reconocerla al instante. Estos meses me ronda una ilustración de Alfonso Casas Moreno. Veo a Leo, el protagonista del libro, a punto de lanzarse a una piscina vacía con tal de seguir a Adán. Veo a los peces protegiéndole (aunque en la versión original aparezcan insectos). Incluso veo el título escrito alrededor del torso de Leo, y mi nombre sustituyendo a «como los valientes». En fin, fantasías.
No sé qué imagen verá la gente cuando se acerque a mi primera novela. No lo sé todavía, pero espero descubrirlo pronto. Volver a saber que «es esta». En ese momento, terminará un viaje para zarpar hacia otro. Navegando siempre hacia el siguiente libro, la siguiente imagen soñada… 250 páginas y una portada para darles forma.
Llegará pronto ese día en que llegue la definitiva. Y volverás a sentir ese hormigueo, como si acabara de nacer tu primer hijo. Ahora tengo los pelos de punta solo de imaginarlo. Suerte, amigo.
Ay Dan… ¡que el dios de los editores te oiga! Ya tengo ganas de mostrarla, con su ilustración perfecta, su tipografía… ¡Un abrazote! 😀
La portada no hace al libro, las palabras trascenderán a la portada seguro!
Lo importante es el interior, cómo no, pero también disfrutaremos el exterior si es bonito, ¿verdad?
Hay portadas maravillosas que contienen libros de mierda, y hay libros buenísimos que tienen portadas horribles. Pero también hay muchas grandes novelas con grandes portadas, por lo que yo creo que hay que buscar ese camino para descubrile al mundo lo que has creado. Y así lo harás 😉
Habrá que buscar el equilibrio. Siempre dentro de mis posibilidades y de lo que decida la editorial… Ojalá haya suerte 😉
Como he puesto en el post de hoy, la belleza es poco amiga, la fealdad siempre es más fiel :). Será bonita, porque en el caso de los libros, las palabras forman también la portada!
No me hagas buscarte frases de Oscar Wilde sobre la belleza jaja. De todos modos es algo muy relativo, habrá quien no toque «La noche nos alumbrará» porque no le gustan los colores, y a mí en cambio me enamora la portada siempre que la veo. Con «El mar llegaba hasta aquí» querría lo mismo.
La portada llegará como ha llegado todo con el libro: la historia, los personajes, el tiempo en el que la has escrito, el nombre… o como lo que le queda por llegar. Repetiremos esas dos palabras que tanto usamos «fluir» y «todavía» 🙂
Parafraseando a David Trueba: «Fluir es fácil con los ojos cerrados». Casi siempre queremos adelantarnos, no creemos en ese «todavia» sino en el «ahora». Nos armaremos de paciencia y nos lanzaremos al agua.