Podrías haber estado en cualquier lugar pero estabas ahí. En Londres, en un restaurante que cada noche cambiaba de estilo y clientela. Por primera vez te sentías en casa en ese local camaleónico, entre candelabros y vinilos de palmeras. Empezabas a conocerte a ti mismo. Eso le contaste a tu cita, el hombre experimentado y cosmopolita que te había traído a ti, el jovencito de pueblo lleno de dudas, al centro del mundo. Con una sonrisa dijiste que no te importaría quedarte aquí toda la vida. Después te ofreciste a pagar la cena para no parecer pobre. Por culpa de los nervios olvidaste la tarjeta en la bandeja, pero ya no había marcha atrás: la puerta de salida solo se abría hacia adelante. Él se ofreció a pagarte el taxi de vuelta. No pudiste negarte. Su mano en tu hombro todavía quemaba horas después, a bordo de un avión, de regreso a tu vida de siempre, y fue en aquel momento, sobrevolando la ciudad que abandonabas, el último instante donde te supiste a salvo de todas las decisiones y todos los cambios.
Fotografía: Prospects.
Banda sonora: Florence + The Machine.