Acabaste por entender que, si había alguien con suerte, ese eras tú. Esperar o caminar: tú como mínimo podías elegir. Tenías ese poder. Tu vida volvería ser la misma después del aprendizaje. Pero ya no repetirías los mismos errores, o no tan a menudo. Paso a paso recuperaste la calma y con ella continuaste respirando. Pronto el camino se ensanchó para dejar espacio al futuro. Apenas te importó no conocerlo. Sí, acabaste por entender que tú seguías siendo tú, aunque en algún punto del remolino lo olvidases.