Ojalá fuera tan fácil como cambiarse el nombre. Hacer igual que Édouard Louis y dejar de ser aquel chico enclenque y afeminado al que insultaban, escupían. Ojalá. Un antes y un después separados por una frontera infranqueable. Pero no, como dice el protagonista de este libro, «nunca te acostumbras a los insultos».
Cuando lo compré, no sabía que iba a ser tan duro. Me guié por la recomendación de Josep, dueño de la Librería Antinous. Ahora que yo también soy librero, recomendaciones así recibo pocas, estoy al otro lado de la cadena. Tengo que aprovechar los impulsos. Y algo noté en la portada que me atrajo. El nombre francés, supongo. Y una inexplicable afinidad. Dicen que los gays nos reconocemos unos a otros con solo mirarnos a los ojos. Quizás las víctimas del bullying también nos reconozcamos al instante.
Esa afinidad la comprobé nada más empezar, con un primer párrafo terrible. Viví lo mismo, exactamente lo mismo aunque los personajes y el escenario fueran otros. El primer puñetazo de muchos: cada frase de este libro duele. Y por algún motivo, no puedes dejar de leer. Hipnótico de principio a fin. Cuesta creer que alguien haya sido tan valiente de volcar tanto dolor en apenas dos cientas páginas. A veces me ha pasado por la cabeza escribir algo así, pero siempre me acaba asustando el dolor. A Édouard Louis no, se crece en él.
Y ahora no sé si recomendarlo. ¿Quién querría revivir todo esto? No solo la homofobia: la intolerancia más amplia, introlerancia contra las mujeres, contra los árabes y los negros, contra cualquiera que no haya aprendido todavía a levantar su cabeza orgullosa. Devolver la mirada. Por suerte, la lectura tiene un punto de catarsis. De volver a recordar que has sobrevivido, que ahora tienes otro nombre, otra oportunidad, nuevos recuerdos. Alcanzaste la felicidad de la distancia, o algo muy parecido.
¡Y tanto que hay que recomendarlo! Tanto a las personas que hemos pasados por hechos similares como para aquellas que no los han sufrido. Édouard Louis ha utilizado ese dolor, se ha crecido haciéndose más fuerte. Uno nunca se acostumbra a los insultos, no, pero aprende a no caer y a no dejarse arrastrar por la aprensión.
Lo estoy recomendando, en realidad. Era una forma de hablar. Ojalá más libros así de valientes.
Otro libro valiente y duro: “Al amigo que no me salvó la vida” de Hervé Guibert.
Hola Alex, muy buena reseña. Te deje un mensaj en twitter. Follow back! Bastante tiempo atrás hablábamos de música por mi blog featuringmusica. Abrazo!
Otro abrazo para ti Néstor. Ya te recuerdo.