Cuanto más extiendes la mano, menos consigues lo que quieres. Y saberlo no sirve de nada. Porque lo quieres. Como un niño al que se le cae un caramelo por la ventana, te abalanzas, proyectas el brazo, la mano, el cuerpo entero más allá del alféizar, te da igual la caída, ni siquiera se te ocurre que pueda haber otras maneras de recuperarlo. Es tu caramelo. Y si dejases de perseguirlo, solo estarías pensando: lo conseguiré fingiendo que no lo quiero. No sería sincero.
Así que cada vez extiendes más la mano, aun sabiendo que eso os alejará más y más. No puedes hacer otra cosa. No sabes. Naciste predestinado a equivocarte. Tú te haces más pequeño y él ya ha desaparecido. Otra lucha perdida de antemano. Algún día tendrás que aceptar que nunca lo tuviste.
Radiografía del hacer humano en algo tan simple como perder un caramelo, jaja. Me ha gustado.
Jejeje… anécdota inspirada en un caso real, mi madre, que con 3 años se cayó de un 4º piso persiguiendo un caramelo. Obviamente sobrevivió, que luego llegué yo para despeñarme ya más metafóricamente.
¿Y por qué no empezar un día a creer que lo puedes tener? Claro que esto no garantiza que no vaya a haber desaciertos, los habrá con toda seguridad, pero hay que aprender de ellos y nunca, nunca, dejar de creer…
Un abrazote Álex.
Por temor a volverme loco… Cuando ya ha quedado claro que no vas a tenerlo, ¿no va siendo hora de soltar, pasar página?
Perdóname Álex, a veces escribo lo primero que se me ocurre… Es lo que tiene ser un especialista en meter la pata, je, je… Ahora me he dado cuenta que te refieres a un «caramelo» en concreto y en tal caso sin ninguna duda hay que olvidarlo o, como dices tú, pasar página. Yo me refería al «caramelo» en sí, de manera genérica, o a todos los caramelos que pueden haber, je, je…