«Hoy tengo ganas de saltarme las normas, de ponerme cachonda», cantaban Pastora en La vida moderna. Podría ser una de las citas intercaladas entre los cuentos de este libro. Porque eso hacen sus mujeres protagonistas: saltarse las normas, desprenderse de todos los corsés y disfrutar su vida. Su sexualidad, sobre todo. Ya iba siendo hora. Y todo eso que solo contarían a sus amigas más íntimas, está aquí escrito. A traición, casi.

Los 54 relatos de El carmín rojo no son eróticos pero rozan el erotismo en la mayoría de casos. Mujeres que espían a sus vecinos, que desean a los novios de sus hijas, que se masturban sin parar. Situaciones excitantes que el autor aboceta en un momento. Te metes de lleno. Y entre risas y orgasmos, esas tres o cuatro páginas duran un suspiro y te dejan con ganas de más.

Pero sexo aparte, lo gracioso del libro es la enorme variedad de personajes que por él pasean. A su manera, los comprendes a todos (a todas). Esa prisa por comerse el mundo o por volver al ruedo, la sed de venganza y el desparpajo recién descubierto. Continuando con Pastora: «Si por más que me suba la falda, me tiemblan las piernas.»

21 años tiene Héctor Casero, el autor. Yo me avergüenzo al recordar lo que escribía a esa edad; intento esconderlo. Él, en cambio, además de talentoso es valiente y se ha enzarzado a publicar este libro para que todos podamos leer el resultado de un verano entero en que escribió día sí, día también. Desde aquí, la enhorabuena por el resultado. En su frescura, incluso en su ingenuidad, está el encanto. Todos deberíamos juguetear así más a menudo. Y lo dicho: hay ganas de más. ¡Mucha suerte, Héctor!

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