Solo son flores. Eso dicen. ¿Qué puedes hacer con unas flores, aparte de colocarlas en un jarrón con agua? Con ellas no lograrás que alguien vuelva a ser consciente de su atractivo, nunca podrás mantener vivo un recuerdo. ¿O sí? ¿Acaso son las flores más poderosas de lo que pensabas antes, no hace tanto, cuando ni siquiera te gustaban? Ya lo ves: sin ir más lejos, con un ramo bonito hasta se puede armar una película como esta.

Íntima pero impactante, Loreak se despliega ante el espectador pétalo a pétalo, personaje a personaje. Frágiles mujeres para quienes unas flores, solo unas flores, lo significan todo. Los puntos de vista cambian, dosificando la información como en una buena novela. Y hay interrogantes que quedan en el aire, porque en la vida aprendes muchas cosas y otras ni siquiera llegas a intuirlas. Así, el drama llega a rozar el thriller, pero siempre con los sentimientos al desnudo.

Una mezcla curiosa, como también es curiosa la decisión de rodarla en euskera. Imagino que esto le cerrará algunas puertas. Otros en cambio llamarán al timbre, atraídos por una propuesta tan especial. Me habían dicho que era una película dura y no diré que es la alegría de la huerta, pero sí que es preciosa y que, en el fondo, tiene mucho de esperanza. Las flores se marchitan pero otras crecen gracias al sol que baña el balcón. Lo que se necesita es paciencia y tesón. Y capacidad para recordar lo importante, claro. No la dejéis escapar.

—Entonces, hay que mantener la herida abierta.
—Si quieres que dure más, sí.