Cuatro mujeres que se dan cuenta de que están en punto muerto. Ellas son las protagonistas de esta novela. Cerca ya de los 40, obligadas a aceptar que todos sus sueños siguen siendo eso: sueños, proyectos evaporados. Nada más. La huida hacia adelante las ha atrapado y ahora no son felices aunque, en teoría, tengan todo lo que alguien desearía. Pero eso nunca es verdad, siempre te falta una pieza, y es la más pequeña, y por eso mismo la más importante porque sin ella, el resto no funciona.
Cuatro mujeres que descubren que, por mentira que parezca, a veces la vida cambia. A veces encuentras sin buscar, incluso a veces te vienen a buscar, y tú abres la puerta solo para asegurarte de que el tiempo y las telarañas no la hayan atrancado, y la abres un poco más de la cuenta, con demasiado ímpetu, pero da igual porque entonces entra una ráfaga de aire que te despeina y vuelves a gustarte en el espejo.
Cuatro mujeres muy distinas que buscan lo mismo. Porque en el fondo, todos buscamos lo mismo. Todo lo demás son disfraces, autoengaños, parches. Quizá esa búsqueda común sea lo que las une sin saberlo y el trabajo solo sirva de escenario. El caso es que incluso en los momentos más bajos, que siempre los habrá, se tienen las unas a las otras para escucharse. En la amistad no importa que la otra persona se ponga demasiado pesada: escuchas, aconsejas. Ya te llegará.
Cuatro mujeres que cuando todo terminaba, vuelven a la casilla inicial. Más sabias y por tanto con más ganas de reír, follar, hacer locuras, disfrutar, comportarse como adolescentes porque ahora saben a ciencia cierta que jamás volverán a serlo. Ha sido mi primer libro de Almudena Grandes pero no el último: en sus palabras he encontrado compañía para los viajes y quiero seguir navegando. A ver qué pasa cuando las cosas cambian.
«Alargué mi mano izquierda para coger su mano libre, que estaba helada, y tiré de él hacia dentro. Los churros se cayeron al suelo cuando me abrazó, y no hicieron ruido. Tampoco hizo ruido lo que hasta entonces había sido mi vida, pero se cayó al suelo, igual que ellos.»
Novela escrita de un modo tan mamarracho, que cada página parece escrita por Arjona. Miles y miles de metáforas, a cuál más vulgar, amontonadas en cada párrafo.
Trabajo en una editorial de libros de texto, y entonces pensé que me reflejaría. Es una novela ilegible: Arjona en modo superlativo.