¿Cómo es posible que solo siete notas den para tanto? Infinitas variables a partir de un punto de partida tan limitado. Música: magia siempre nueva. ¿Quién la inventó? ¿O acaso siempre la llevamos dentro? Una buena canción te devuelve una pieza de ti mismo que creías perdida. Los sonidos han flotado por el aire solo para tus oídos. Sí, llegaste a creer que los sentidos son propiedad exclusiva de tu cuerpo: solo tú ves, solo tú escuchas.
Y escuchas una melodía desconocida y puedes adelantarte, saber cómo continuarán los acordes, tararear las notas que faltan y acertar en la mayoría ocasiones. Entonces todo encaja, todo fluye, todo suena como debería. A veces se te pega una canción que ni siquiera te gusta (pero es mentira, te gusta y mucho), a veces confías en el poder del aleatorio.
«Entre la predicción y la sorpresa», rezaba el otro día un cartel del CosmoCaixa. Quizá la música, como el amor, habite en esa frontera difusa. Una cosa tan intangible que tienes que aferrarte a tus cascos, los únicos que susurran tus canciones-talismán. Si es verdad que hablan de ti, también tendrán la respuesta. Cocinarás nuevas recetas con los ingredientes de siempre.