Sé que esto va a sonar extraño, pero no me gustan los conciertos. La culpa no la tienen las marabuntas ni los bosques de móviles, cámaras y hasta tablets en alto, tapándolo todo para grabar cuatro imágenes temblorosas. Esas cosas no ayudan a que cambie de opinión, pero no, mis motivos son otros.
Lo primero es que no llevo nada bien eso de tener pasármelo bien en un entorno donde estás obligado a pasártelo bien. Siento como si me encogiera. «Qué pasada, ¿eh?», y tú: sí, aunque no distingas la letra de las canciones. O que la desconocida que acababa de pisarte se gire hacia ti con una sonrisa y tengas que devolvérsela porque estáis en plena experiencia religiosa. No sé, en ocasiones así entiendo a la protagonista de Melancholia. La felicidad colectiva me encabrona.
Tampoco me acostumbro a que las canciones nunca suenen igual en directo. Y sí, ya sé que esa es una de las gracias de todo concierto, pero cuando llevas años enamorado de una inflexión en la voz en cierto verso o fascinado por algunos sonidos de fondo, y todo eso en directo desaparece en favor de la improvisación, me siento desubicado. Por lo mismo, rara vez consumo discos o DVDs de giras. Prefiero mantener el control, saber de antemano lo que sonará.
Pero como todos somos un mar de contradicciones, a menudo pienso: «Ojalá Empire of the Sun tocaran en Barcelona». Y vale, es mentira que no disfrute los conciertos: con el de The Killers de la gira Day & Age salté como nunca y con todos los de Pet Shop Boys o Madonna aplaudo como el que más. Incluso alucino con las espectaculares fotos del escenario de Antony & The Johnsons durante este fin de semana en Madrid, me hubiese encantado asistir, y eso que el grupo ni siquiera me gusta.
En cada concierto, ocurre algo extraordinario: esa canción que escuché mil veces a solas, que solo a mí me hablaba, esa canción suena y para todo el público es importante, para todos significa algo similar o muy diferente, da igual: conectan. Conectamos a la vez. Y comprendo que soy un extraterrestre entre extraterrestres. He perdido una pieza que pensaba que solo era mía. Quizá no sea tan malo formar parte del grupo.