Las fantasías: ¿unen o separan? Decía un chico al acabar la proyección que se había sentido identificado porque, después de las orgías, a menudo se establecía esta otra intimidad, la de los sentimientos. Tuve que creerle. Al fin y al cabo, yo las únicas orgías que he visto son las del porno. Y la verdad es que incluso ahí fingen una compenetración post-polvo, aunque esas conversaciones solo sirvan para comprobar lo drogados que iban algunos.

No lo sé. Los personajes de Les rencontres d’après minuit comparten una noche mágica, sí, y se cuentan cosas que no contarían a nadie. Pero por eso mismo, creo que a la mañana siguiente, pasada la euforia, se separarán y no volverán a verse. Se tuvieron mientras se necesitaron. Después seguirán igual de solos. Buscarán repetir esa cercanía y no siempre les funcionará.

Desnudándote, levantas un muro. Sin que te des cuenta, claro. ¿Cómo podrías mirar otra vez a los ojos a quien sabe «eso» de ti? Este sexo casi virtual es un juego al que solo puedes echar una partida con cada persona. Cambian las reglas, el tablero, la situación. Y en el fondo, lo agradeces. Poder reinventarte cada noche. Pedir que apaguen las luces y que se haga tu voluntad. Solo así dejas los miedos atrás durante una breve, dulce eternidad. Siempre soñaste con algo parecido. Tan cerca y tan lejos…

¿Y cómo recomendar una película como esta? Puedo recomendar la música de M83 en estado de gracia. Los momentos de humor, que los hay, y te ríes mucho. El pollón bien merece la pena verlo. Y hay imágenes casi de vídeoclip que fascinan durante lo poco que duran. Te excitas y pasas miedo. Sin embargo, en su conjunto, su visionado te deja con el regusto de una resaca. Sabes que pasaste una noche estupenda, pero ya no te acuerdas.