No falla: cuanto más ocupado estás, más tareas llegan. Y como conoces el truco, te mueves. O te mantienes en movimiento. Te fuerzas. Porque solo así ocurren las cosas. Una detrás de otra. Lo que tendrías que hacer y lo que quieres. Todo a su ritmo. Y tú amoldandote a ese ritmo. Es lo mejor, te repites con los párpados a medio cerrar y la lengua fuera. Habrá recompensa.
Pero hay que saber plantarse a tiempo. Si algo ya no lo disfrutas, ¿qué sentido tiene seguir haciéndolo? Sigue leyendo