
Cada una de nuestras despedidas parecía la última pero siempre regresabas. Era tu mayor don: convertir la visión de tu espalda alejándose al final del paseo en otra sonrisa repentina. Curioseabas los estantes hasta que cerraba la tienda y después íbamos al rincón elevado de aquel bar para hablar de cualquier cosa durante una o dos horas. Cuando todo empezaba a ser tangible tu teléfono nos hacía aterrizar. La última tarde, en vez de ir adonde siempre, quisiste un helado y en el parque te saqué una foto admirando una flor que no existía. Estar contigo volvía a parecer fácil y nuevo, por eso te dije adiós sin darle importancia y ni me fijé en tu espalda alejándose al final de la calle. Todavía no sabía que habías cambiado de número.
Fotografía: Tim Marshall.
Banda sonora: Pastora.