Si tanto crees en el destino, ¿por qué te empeñas en intentar cambiarlo? Como quien cava una zanja para redirigir un río sin calcular las inundaciones que provocará. Mejor mójate, déjate llevar como hacías antes con la facilidad del principiante. Confía otra vez en tu instinto. Él siempre acierta, excepto cuando te engañas en vano. En el fondo, ante cada posibilidad que recibes, tú también lo sabes. Cuándo no y cuándo sí. Déjala que siga su curso. No puedes forzar la mente a quedarse en blanco. Las cosas que más deseas solo se consiguen cuando las dejas libres, sin deseo.