¿Y si tuvieras que alejarte? No solo para coger distancia y con ella perspectiva. Alejarte para algo tan simple como respirar, para hacerlo tranquilo, por mucho que cueste, para recordar y poco a poco asumir. Para aceptar lo que te empeñabas en negar. Dejar de hablar tanto, escribir más. Aprender no, eso no: como mucho darte cuenta de lo que ya llevas aprendido. Porque al final todo tuvo sentido. Sí, alejarte hasta que la huida se transforme en camino. Y caminarlo. Seguir a tu instinto para aplacarlo. Alejarte porque solo así lograrás lo que deseas, aunque todavía no lo sepas.