El viernes intenté ir a la playa. De hecho, lo hice: me puse el bañador, cogí la toalla, la crema, las gafas, un libro, subí al tren y en media hora ahí estaban la arena y el mar. El problema era que de repente el día se había nublado. Solo faltaba un ingrediente, pero sin él los demás no surtían efecto. Me puse a leer en la orilla a pesar del viento y las nubes. A ratos, notaba cómo el sol intentaba abrirse paso y sonreí: seguía ahí aunque no pudiera disfrutarlo. La separación era temporal. Mañana tendré más suerte.
Fotografía: Jean Baptiste Huong.