Queríamos gritar pero nos podía la vergüenza. Ese miedo al qué dirán porque tendemos a creernos los únicos raritos. Preferiríamos ser especiales como todos. Pero esa mañana ellas notaron nuestras ganas. A punto estuvimos de huir hasta que vimos que, en vez de reírse, aplaudían. Nos animaron a hacerlo, a gritar mucho, y gritaron también ellas. Todos juntos gritamos. Porque cuando por fin te atreves, lo más curioso es que inspiras a otros a atreverse contigo. Nos fuimos ya sin pensar en otra cosa que en esas máscaras que aún llevaríamos de no haber coincidido.
Fotografía: Théo Gosselin