Con cada beso, sentía cómo me iba apagando. Qué extraño, pensé. Tú contraatacabas, buscabas todas las formas de excitarme pero cuanto más lo hacías, más me alejaba yo. De ti, de la cama. Aquello ya lo había tenido antes. Muchas veces. Con cuerpos que, sin ser el tuyo, se le parecían demasiado. Me esforcé en repasar las curvas de tu torso, deslicé los dedos por tu cadera: fue en vano. No sabía qué había venido a buscar pero desde luego no era aquello.