Creía que si me quedaba aquí lo convertiría en mi casa. Que poco a poco nuestras sonrisas dejarían de ser máscaras y adoraría adelantarme a todos tus movimientos. Pero es evidente que me equivoqué. Nada de eso ocurrió. Yo seguí leyendo en mi mesa y tú haciendo tu trabajo, con suerte dedicándome alguna sonrisa de camino a la cocina. El vaivén de la puerta la borraba. Confieso que cada pequeño fallo me lo tomé como una afrenta. Como si desearas echarme, cuando en realidad me tratabas como a todos. Ese fue el problema: con rabia, comprendí que aquí tampoco sería especial.
Fotografía: Théo Gosselin.
Como la vida misma…
¿Sabes cuando vas a una cafetería y piensas que «aquí sí», pero en realidad solo es otra cafetería en tu vida en la que estás de paso?
¿Quizás volvemos a las expectativas? Puedes pensar que es la mejor cafetería del planeta pero no lo es si realmente no lo sientes así. Saludos.
En este caso no, creo que no son expectativas. Son sensaciones que se desmienten a sí mismas…
Que manera tan increíble de escribir! En un pequeño párrafo dices tantas cosas, tienes todo un don. Saludos!
¡Ay! Muchas gracias. Últimamente tiendo a concentrar lo que quiero decir en estos pequeños textos, casi telegramas… Me hace feliz que digas que te transmite algo aun siendo tan breves. ¡Un abrazo!
Claro que si, tienes un gran talento
¡Muchas gracias! 🙂