Me asusta la gente que no se compromete. Me asusta la gente empalagosa que se engancha al primer cumplido. Supongo que me recuerdan a mí: lo que fui, lo que odio. También me asustan esas personas que solo tienen tiempo para cambiar el mundo, igual que me asustan quienes ni siquiera tienen tiempo de intentarlo. Me asusta el rumbo de los sentimientos que percibo alrededor. Me asusta no volver a sentir algo auténtico. No estar seguro de sentirlo. Y en el fondo sé que todos mis miedos no son más que excusas. De tanto abrirnos en vano, nos hemos convertido en ermitaños. Muros y muros que no sirven para nada. Aún no sé quién eres, pero ¡saltemos!
Fotografía: Théo Gosselin.
¡Qué gran verdad es el ejercicio inútil de ponernos excusas!
Hay muchas cosas que asustan pero nunca hay que dejarse llevar por el miedo porque el miedo en un primer momento paraliza la vida. Y prefiero no hablar de hasta dónde puede llevar porque muchos ya lo sabemos.
Cada día hay que saltar sin miedo. Cada día tenemos que aprender, tenemos que expandirnos y expandir el amor.
(Lo ultimo sé que puede sonar algo cursi pero sabéis qué: me da igual. Je, je…)
Un abrazote.
Jajaja tranquilo, que para cursi ya estoy yo. Muchas gracias por tus aportaciones a modo de pie de página definitivo, Kesar. ¡Un arazo!
Uno camina y camina y sólo se lleva decepciones y a pesar de eso, a veces aparecen personas que vuelven a despertarte cierta esperanza. Sí, lo reconozco. Al mínimo afecto puedo engancharme, aunque luego cometa los mismos errores. Y tampoco puedes estar seguro de si es real o no. Es normal tener miedo pero si uno no salta, habrá perdido el tiempo pensando en muchos ‘quizas…’.
Precioso texto.
Hay que saltar sin pensar, pero también es verdad que a veces (muchas veces), saltamos demasiado a lo loco…
Cierto, pero tampoco que creo que el desechar la oportunidad sea la mejor de las opciones. Al final es encerrarse en uno mismo. Hay que saber encontrar el equilibrio entre ambas actitudes. Aunque yo siempre he sido de lanzarme a pesar del daño de la caída. Pero en una caída a veces hay dos personas y si una no se lanza, la otra no siempre espera.