Después nos reiremos de todo aquello. De todas las veces que estuvimos a punto de cruzarnos y no lo hicimos. De las fiestas a las que fuiste y yo no, o viceversa. De los amantes que compartimos. Algunos tuvieron prisa por rompernos el corazón. De eso también nos reiremos. Y de lo inmensa que parece esta ciudad. Inmensa para las cosas malas, pero pequeña para las buenas. Aquí llegamos a creernos insignificantes. Y no, no volveremos a confiar en profecías ni en el destino. Habrá, eso sí, algo que nos confirme que esta vez es la definitiva. Por ejemplo, tu espalda serena cada mañana, al mirar por mi ventana.
Espero que algún día puedas confirmarlo. Mientras tanto es divertido jugar…
Y tiro porque me toca… 😉