El jersey de cuello alto que ya nunca te pones, aquellas fotos sin barba en las que apenas te reconoces, el regalo de Londres que perdió brillo… Las cosas cambian. Todo aquello que antes parecía importante, ahora no lo es tanto. Cuesta creer que hasta los sentimientos, buenos o malos, los acabes olvidando después de tanto tiempo invertido. Y también las personas pasan. Solo permanecen algunas: se llaman amigos. Las demás se convierten en otra de esas estrellas fugaces a las que pediste un deseo y no siempre se cumplió. Si volvieran a pasar por delante, quizá no les reconocerías, o no entenderías por qué viste algo especial en esos ojos. No es que antes fueras idiota. Sencillamente, ahora eres otro.