Mommy

A por todas. Así va Xavier Dolan en esta película. Coge las bases de Yo maté a mi madre, su debut, y las lleva al extremo gracias a todos los trucos que ha aprendido estos años. Y qué trucos, qué arte. Es un «Mira, mamá, ¡sin manos!» continuo. Después tu película favorita de Dolan será esa que te llegue hondo por un motivo o por otro, pero reconocerás que Mommy es la más lograda.

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«Lo que va a pasar es que yo te voy a seguir queriendo pero tú me querrás cada vez un poco menos». Esa es la frase inevitable, la que toda madre acaba soltándole a su hijo. ¿Y si ocurriera al revés? O no exactamente al revés, porque una madre nunca deja de querer, pero a veces sí deja de aguantar. Hubo una escena de Mujeres Desesperadas que se me grabó a fuego: cuando en la primera o segunda temporada Bree abandona a su hijo Andrew en medio de la carretera, harta de sus maldades. Y llora mientras se aleja en coche, llora porque le quiere pero con él no puede respirar. ¿Hará lo mismo la protagonista de Mommy? ¿Acaso tú no lo harías?

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Pero no todo es drama aquí. Nadie retrata la felicidad como Dolan. Con esa pasión que hasta ensancha la pantalla. También la libertad, la alegría de ser o sentirse joven, la amistad a medianoche, los bailes reconfortantes con una canción absurda, todos esos momentos sin importancia que le dan color a una vida. Aquí capturados, o catapultados. Para que apechugues. Ahora vive, atrévete a quejarte. Y todo crece en el recuerdo, una vez asimilas tanta intensidad y te das cuenta de que a pesar de todo, saliste con vida. Más o menos sabio y todavía imperfecto, pero con las mismas ganas de echar a correr hacia lo desconocido.

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