Venían a por ellos. Después de tenerlos hacinados entre murallas, venían a por ellos. Después de robarles a sus hijos y a sus hermanos, venían a por ellos. En las ruinas nadie se sorprendió porque estaba escrito que ocurriría. Ya había ocurrido otras veces. Mil requiebros diplomáticos para retrasar lo inevitable. Los lobos siempre vendrían a por ellos. Porque los lobos nunca faltan a sus promesas.
Una vez más, al oír cómo retumbaban sus botas, los lobos decidieron alzarse contra los otros lobos. No podían ganar, pero se alzaron. Defender, atacar; antes, después. El ciclo de aquel lugar. Pasara lo que pasara aquella noche, tarde o temprano, los lobos volverían a venir a por ellos.