Algo así lo he presenciado ya tantas veces que no sé por qué me emociono todavía. El agua dibujaba formas en el suelo y tú dibujabas con trazos rápidos aquel espacio que nos tenía en un silencio casi religioso, boquiabiertos. Yo solo te miraba. La luz blanca de aquella tarde entraba por el agujero de la cúpula y era perfecta. A mi espalda, una pareja comentó que parecías estar posando para una foto. Yo también lo pensaba, pero tenía que aguantarme las ganas de sacar el móvil del bolsillo para inmortalizarte. Estábamos en uno de esos museos donde prohíben fotografiar las cosas bonitas. Tu gorro azul, la barba incipiente, la ropa oscura, tus pies descalzos. Cuando me marché, un trozo de mí continuó un rato más dentro de aquel extraño universo, intentando grabar en la memoria cada detalle.
Fotografía: Teshima Art Museum en Pinterest.
Banda sonora: JOYNER.