No vencí pero tampoco me sentí derrotado. Nunca iba a ganar. Eso lo supe incluso antes de lanzarme, lo vi en cada paso que no me acercaba a ti, y todos me lo decían, o más que decírmelo me miraban con los ojos abiertos, como advirtiéndome. Para qué luchar por algo que nunca será tuyo. Para saber que lo intenté, respondía al correr desfallecido, para saberme capaz la próxima vez, me repetía al estrellarme. Para confirmar que esta locura me salvaría de la otra locura, la que no termina. Hoy echo la vista atrás y confirmo que hice bien equivocándome.
Fotografía: Théo Gosselin.