Comprendí que ninguna respuesta tuya podría calmar mi sed de preguntas. Mejor dejar esas palabras en el aire, dibujando estrellas. Flotar en el limbo contigo. Disfrutarlo a sorbos cortos, los únicos que teníamos. La verdad también nos sobrevolaba, pero lo bastante lejos para que pudiéramos ignorarla. En cada movimiento éramos conscientes de que acabaríamos aterrizando, de eso tampoco escaparíamos esta vez, así que al menos retrasábamos el momento. Sé que temías que algún día abriera la boca, por eso sonreías tanto. Y yo me unía. Solo en el silencio supimos simular que esto podría a llegar a ser perfecto.