No sabía que bastara con una bombilla para sentirse en casa. O sí lo sabía, pero preferí olvidarlo para envolverme en tu penumbra. Dejé de hacer algo tan sencillo: desenroscar la bombilla fundida, comprar otra asegurándome que es del tipo correcto, colocarla. Un gesto vulgar con el que todo cambia. Lógico, sin embargo: nada podría seguir igual bajo otra luz. Solo así se difuminan las sombras, la pared es más blanca, ya no hay grietas. Percibo otros detalles en los cuadros de siempre. Ahora me apetece sentarme más a menudo en mi sofá, leer nuevos libros. Perderme vislumbrando el rumbo.
Fotografía: Sometimes quickly, sometimes slowly.