Qué buenas vistas. Se ve toda la ciudad. Bueno, eso es lo que se suele decir siempre, pero en este caso es cierto. Barcelona a nuestros pies, de noche, más allá de la brisa. Por fin hemos subido. No se oye la tele ni los gritos, sólo algún coche, y nuestras voces. El chin-chin de los vasos de cerveza fría.
Hablamos apoyados en la barandilla aún tibia. Confidencias, anécdotas, sensaciones. No llegan a secretos. Por eso no los contamos a casi nadie. Pero esta noche sí, parece que en esta terraza las palabras nos salen más fáciles. También esas palabras que no habíamos pronunciado todavía.
Qué tendrán las barandillas para que desde ellas todo se vuelva más importante. La ciudad y nosotros. Menciono la música del vecino y resulta que es la tuya, llega del interior de tu casa. Valoro el detalle. Sacas más cerveza. La última, decimos, como venimos diciendo desde hace horas. Y brindamos otra vez. Sí, es una de esas noches especiales de verano.
Oh! <3
Que bien escribes ^^
Muchas gracias, Shanks. 🙂
Lleonard, eres un romántico.
Un abrazo,
Oscar
Y un visionario, espero…