El arte de cortar el ego. Título potente. Los libros llegan a ti y éste llegó a mis manos gracias a un cliente de la tienda. Estábamos hablando sobre textos clásicos de samuráis, mi favorito, el Hagakure, el que él estaba comprándome, el Libro de los Cinco Anillos, lo que tenían que aportar todos, y acabó recomendándome este título. Más moderno, de un autor francés que recogía las enseñanzas de un maestro japonés anónimo al que se le da el nombre en clave Takeuchi.
Es una falta de intuición y de respeto decidir los sentimientos de quien te guía. Es una afrenta porque es demostrarle una total falta de confianza. El ego no acepta ser excluido, no ser nada. Trata siempre de atraer la atención sobre él, busca siempre ser apreciado y recompensado. No quiere morir y se agarra desesperadamente a las formas y a los sentimientos que le relegan a su limitado universo. Has sido débil, pues ¿qué te importa quien te guía? Tienes tu sable ¿no es suficiente?
El detalle no cuenta, dice, sólo tiene importancia el conjunto de detalles. El detalle
nos confunde, pues se refiere a un solo aspecto del problema.
Piensas que es bueno fijarte en la belleza de todo, amas las cosas bellas, repartes sonrisas y canciones felices como quien regala autoayuda, todo es bello, pero ¿podrías ser fan de Madonna si la vieras, ya no usando el baño, sino como el conjunto de músculos y piel y sangre y vísceras que en realidad es y no la idea que representa? ¿Podrías amar a alguien hasta el punto de abrazarlo como un simple ser humano?
Hay que admirar el jardín por lo que es y no por lo que parece en un breve instante. Aprecia lo que va a cambiar, adora lo que es eterno. Observa a un niño pero déjalo convertirse en hombre. Contempla las nubes pero déjales seguir su curso; contempla las flores, pero no te apenes cuando sus pétalos sean arrastrados por el viento.
Tu mente se cristaliza a menudo cuando debería ser constantemente como el agua, el agua que toma la forma del recipiente en que se encuentre sin oponerle ninguna resistencia. Por el contrario, has sido como un bloque de hielo cuya forma fue la de tu propio ego.
El hombre es como una bombilla cubierta de varias capas de pintura. La luz está allí, pero las diversas capas de pintura impiden que se irradie. Ni somos las capas de pintura ni la bombilla de cristal. Únicamente somos la luz.