Una amiga muy sabia me dijo hace unos días: «Tienes que quitar de tu vida todo lo que no quieres para tener más espacio para aquello que sí quieres». Y tenía razón. Pasan los años y acumulamos personas que no nos caen bien, recuerdos dañinos, libros que no nos gustaron, cicatrices mal curadas, recortes, papeles y objetos que nunca utilizaremos; montañas de «por si acasos» que en el fondo sabemos que sólo hacen bulto. Y luego nos quejamos de que no llegan las cosas mejores que tanto desearíamos. Lógico: ya no caben.
Desde que tengo recuerdos, en casa comprábamos el ketchup Heinz, el que viene en bote de cristal. Ése y no otro. Es más caro, sí, y la primera vez cuesta derramarlo, tienes que acompañarlo con el cuchillo, pero también es el más bueno con muchísima diferencia. Sabe a tomate, no a saborizantes. Ahora que me he independizado y me encargo yo de la compra, sigo siendo fiel al ketchup Heinz en bote de cristal. Hace unas semanas, en el supermercado no les quedaba… y tuve que optar por el ketchup también Heinz pero en envase de plástico (y con dispensador a chorro: puaj). Pero esa noche iba a cenar hamburguesas y no me iba a quedar sin mi ketchup.
El resultado: llevo desde entonces sustituyendo el ketchup por mostaza y mayonesa. En envase de plástico no sabe igual y para tomarlo a disgusto, mejor no tomarlo. Y ahí está el bote, ocupando espacio en la nevera, impidiendo que compre el Heinz en cristal (que ahora sí hay en el súper) porque al fin y al cabo, bueno o malo, ya hay ketchup en casa y sería absurdo añadirlo a la lista de la compra o al carrito.
Pues bien, he decidido tirar el bote de plástico medio lleno y compraré el auténtico, el que me gusta. Siguiendo las palabras de esa amiga tan sabia, esto es extensible a todo. Ya no guardaré en las estanterías los libros que no me gustaron (los he devuelto), ya no me callaré si descubro que no conecto con alguien y siento que ya no debería formar parte de mi vida. Porque en mi vida quiero cosas buenas, libros buenos, gente buena que me haga sonreír, y reír, y me enseñe, y me acompañe, y comparta conmigo todo lo que merezca la pena. Para lo malo siempre habrá tiempo, pero nunca espacio.
Y volvemos a la magia de las señales. Mientras escribía esta entrada, un amigo que apenas escribe estados en Facebook (y cuando lo hace, es para hablar de música), ha colgado: «Think positive & you shall be positive! When negative crosses your mind think of something to block it out like a happy memory or word». Pues eso. Vaciemos los estantes, dejémoslos vacíos si es necesario, dejemos mucho sitio para todas esas happy memories or words (y persons, añado yo). Y llegarán. Al fin y al cabo, ¿por qué quitamos las pepitas de la sandía antes de morderla? Para que su sabor nos inunde la boca en todo su esplendor, sin estorbos.
«Y luego nos quejamos de que no llegan las cosas mejores que tanto desearíamos. Lógico: ya no caben.» Qué gran verdad!!!
Hay que hacer hueco 🙂
Mi amiga da los mejores consejos del mundo… Compensa hacerle caso 😛
¡Me había perdido esta! Me encanta… 🙂