Amanece en Edimburgo

Tenía mis dudas. Mis más y mis menos, debatiéndome entre lo cursi de un pedida de mano y lo abrupto de fugarse al extranjero. Un cambio de vida por las buenas o por las malas. Gritando o cantando. Sobre todo cantando, que es lo que hacen ellos. Cantar para todo. Para volver de la guerra, para declararse, para pedir perdón.

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Sí, tenía mis dudas. Y entonces llegó el último número, un apoteósico 500 Miles de The Proclaimers. Y lo entendí. Algo hizo clic, otra vez. A las puertas del final, la película me arrastró con ella. Sigue leyendo