En las comedias románticas, los protagonistas siempre son los últimos en enterarse. Lo que para los demás está clarísimo, a ellos les lleva hora y media reconocerlo. Tú como espectador, de hecho, ya sabes que van a terminar juntos incluso antes de comprar tu entrada. Por eso has ido al cine, de hecho. Una historia ordenada, ñoña, previsible, de final feliz. Hay días que necesitas que te cuenten justo eso. Lo sabes y aun así te pasas todo el rato con la duda. Porque, ¿y si esta vez es diferente? Son tan tontos. Si hasta tiene que ser el bocinazo de un taxista lo que les haga mirarse. Dejar de juguetear con los móviles y mirarse a los ojos. Sigue leyendo