La soledad muerde más fuerte algunos domingos. Lo hace sin avisar, quizás porque las tardes se alargan o el teléfono suena menos. Inventas remedios pero ninguno funciona. Son meros parches que arrancan los camareros cuando te olvidan en la peor mesa o esas miradas en el cine que se fijan. Suerte de las gafas de sol que has empezado a usar de escudo. Al final, después de correr por el parque o después de pintar el salón de azul, acurrucado en tu cama, puedes notar cómo se encogen las paredes mientras la oscuridad crece y tú estás más y más solo, atrapado en un cuadro que se quedará así. Pero siempre al despertar, vuelve a ser de día.
Fotografía: Sasha Freemind.
Banda sonora: Florence + The Machine.