Los dos éramos de esos hombres que van solos al cine. Tú, como yo, habías comprado solo una entrada y la llevabas en la mano. Quizás también habías hecho tiempo en una cafetería cercana, leyendo sin demasiadas ganas un buen libro hasta que empezara nuestra sesión. Nos miramos a los ojos antes de que apagaran las luces. Lo hicimos con sorpresa, como si no nos reconociéramos en la mirada del otro, y después de ese instante la película terminó.
Fotografía: Hiroshi Sugimoto.
Letra: Mecano.