Sopla el viento en Barcelona. Enérgico, sacude las ramas y la banderola de las tiendas, mueve puertas, te convierte a ti en la vela de un barco para que surques tu ciudad. Es un viento de cambios. Mi 2013 va a traerlos, lo intuyo. Los primeros, de hecho, ya llegaron a lo largo del año pasado, y los abracé, y los sigo disfrutando.
Y me acuerdo inevitablemente de Mary Poppins. De la veleta del Sr. Bitácora que, entre cañonazo y cañonazo, marcaba la dirección del viento. «Me quedaré hasta que cambie el viento», les decía Mary Poppins a los niños. A mi mente infantil le impresionaba el poder del viento, sobre todo en la última escena de la película, cuando gracias a él, echaban a volar decenas de cometas en el parque.
Y así me siento ahora mismo. En el sótano, arreglando la cometa. Nervios e ilusión a partes iguales. Ya tengo muchas cosas buenas, pero todavía quedan otras pendientes, y también las quiero. Como mínimo: el libro, la decoración de mi propio espacio, aprender algo nuevo. Teatro, japonés en serio, repostería, ya veremos. Si los cambios significan cometas volando sobre el parque, bienvenidos sean.
Vientos de cambio… Me lo tomaré así también.
¡Que soplen, que soplen!